
Cuando pensamos en el cuidado, a menudo nos enfocamos solo en la persona que
recibe la atención: un familiar enfermo, un adulto mayor, o alguien que necesita
apoyo. Sin embargo, rara vez nos tomamos un momento para reflexionar sobre la
salud y el bienestar del cuidador.
Ser cuidador es un acto de amor y generosidad, pero también puede ser una tarea
que desgasta física, emocional y mentalmente. Según el Manual de Cuidadores del
Ministerio de Salud, al menos un 65% de los cuidadores familiares experimentan
cambios drásticos en su vida, lo que impacta negativamente en su salud física,
mental y en sus rutinas diarias.
El cuidador también se cuida Cuidar de alguien no significa que debas renunciar a
tu propia vida. Dedicar tiempo a ti mismo no es un acto egoísta, sino una necesidad.
Si descuidas tu bienestar, te arriesgas a sufrir agotamiento, estrés crónico o
depresión, lo que a la larga afecta tanto a ti como a la persona a la que cuidas.
Aquí hay algunos consejos prácticos:
- Mantén hábitos saludables: asegúrate de dormir bien, comer de manera
- equilibrada y hacer algo de ejercicio.
- Tómate descansos: incluso unos minutos al día para respirar, leer, caminar o
disfrutar de un pasatiempo pueden hacer una gran diferencia. - No descuides tu vida social: mantener el contacto con amigos, vecinos o
familiares te ayuda a reducir el aislamiento. - El acto más generoso: pedir ayuda A veces pensamos que pedir ayuda nos
hace débiles, cuando en realidad es una muestra de fortaleza. - Delegar pequeñas tareas a familiares, amigos o vecinos puede hacer que la
carga sea más ligera y te brinda un respiro.
Pregúntate:
- ¿Qué tareas puedo compartir esta semana?
- ¿A quién puedo confiarle una responsabilidad específica?
- ¿Por qué siento que pedir apoyo me hace vulnerable?
Recordemos que cuidar de otros comienza por cuidarse a uno mismo. ¿Quién me
cuida a mí? Fortalecer la sociabilidad y aceptar apoyo no solo te brinda alivio por
unas horas, sino que también potencia tu capacidad como cuidador.